- Alain Esaic
- 27 nov 2021
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 29 dic 2024
Basado en teorÃas religiosas vigentes.

"¡las llamas de la imaginación!"
-V. Piñera
Doña Angelina hoy me sentenció a las pailas del infierno.
En realidad, no tenÃa nada que ver conmigo personalmente; se referÃa en general a la población inoculada a causa del coronavirus (las otras vacunas, al parecer, San Pedro no las tomará en consideración).
Veinte minutos pasaron, fácil, y ella dale que es tarde con que los vacunados no tendrán remedio; abrà la puerta a su opinión al respecto cuando le pedà que me velara la guagua al lado de su hogar porque iba a bajar unos cocos que quedan cerca.
No me fui de allà sin que antes me dejara claro que la vacuna, aparte de ser la marca de la bestia referida por el apóstol Juan en Apocalipsis 13, es una herramienta mediante la cual el Estado ejerce su vigilancia sobre la población. Gracias a la vacuna, el Gobierno sabe dónde estamos, qué decimos, qué pensamos e incluso "cuándo sostenemos relaciones Ãntimas con la pareja".
He querido llevarle la contraria y decirle que eso en realidad es el Whatsapp, pero preferà mantenerme en silencio por respeto a su mayorÃa de edad.
Doña Angelina tiene la mayor certeza de que la cura del COVID radica en un mejunje que ella prepara hecho de jengibre, cebolla y limón. Desafortunadamente, este no surte efecto en la gente vacunada, quienes definitiva y absolutamente no tendrán salvación. Doña Angelina, qué condiciones tendrá...
Yo pensando acá, en el infierno nos encontraremos la mayorÃa de los profesionales de industria del sector público y privado (educación, comercio, salud...). También entrarán los estudiantes universitarios y los niños que fueron llevados a los centros por sus padres y encargados. Su visión de cómo obra Dios me ha remitido a cuando le preguntaba a las monjas del colegio a dónde iban los budistas o quienes nunca tuvieron oportunidad de conocer la fe. "No tienen remedio", esa era la respuesta, por lo general. Probablemente eran más empáticas de cómo las recuerdo. Y yo como que "coño, con tanta hijoepu en la calle... Se arrepienten a última hora y quedan bien, pobres budistas".
Anyways, me preocupaba esto del infierno y he pensado lo siguiente: se prevé, naturalmente, una baja en el analfabetismo de los condenados, huelgas a favor de planes médicos y dentales, 401k, educación gratuita, pensión, seguros, PAN, reclamaciones de beneficios por desempleo, the societal works. Abrirán otro cÃrculo para artistas que no creen conforme a los códigos de la moral nueva y su lenguaje actualizado. El infierno tendrá, sin duda, un aspecto occidental.
Ya me veo figurando entre la fila de maestros e imagino que no podrÃan faltar algunas cosillas, como proyecciones de estudiantes "malos", solo porque amenazaban la contratación.
Tampoco deberán faltar algunos directores, sus evaluaciones semestrales, la demanda de los planes y los acosos sutiles que ante el rechazo iban seguidos por discursos disciplinarios o la necesidad de establecer pruebas de dopaje —bien fuera de contexto— en todas las instituciones. En cuestiones de hacinamiento, los demonios se inspirarán viendo cómo eran los aulas aquà en la Tierra.
En cambio, según esta teorÃa (y mi experiencia), el reino celestial se verá ocupado por bitcoiners, agricultores marginales, defensores de los derechos del cuerpo, conspiradores, republicanos estadounidenses fervorosamente religiosos, magos... No habrá ausencia de sermones ni de epilepsias inspiradas en el gozo del alma.
Al menos podrá entrar esa gran mayorÃa que compone la pobreza del mundo, aquella que no tiene acceso a la medicina occidental porque los caminos de Dios son tan misteriosos como las 30,000 letras del genoma del virus, el cual muy probablemente esconde el verdadero Nombre Divino.
Doña Angelina, por cierto, no forma parte de ese sector de la población que no tiene acceso a la vacuna; vive sola en una región "caliente" al lado del cementerio de la playa. Ella decidió no vacunarse porque ha leÃdo lo suficiente. De hecho, ha leÃdo demasiado.
Ella que fue el escarnio de las hermanas de su primer marido, acusada de hacerle ojitos al pastor en la iglesia a que asistÃan en cierta provincia mexicana; se mudó a Puerto Rico cuando contrajo matrimonio con un coameño "buen mozo", luego de que su primer marido la echara de la casa tildándola de puta.
Pero antes, habÃa tenido hijos con ella y hoy la doña escribe mensajes de Whatsapp a su familia vacunada en California, sentada en el trono de su mecedera, vociferando y pregonando el fin de los tiempos, enviando a medio mundo, incluyendo su familia, su ex-marido y a mà —un desconocido—, a las pailas del infierno.
Hay ira y retribución en la voz de aquellos labios arrugados, de los ojos añejados en un aire punitivo tras los barrotes de una casa desvencijada en donde vive enclaustrada desde que enviudó hace quince años.
No siento pena ni particular admiración por doña Angelina. Quizás un poco curiosidad sobre su vida. Tampoco podrÃa decir que soy creyente de las profecÃas que me ha dicho. Sin embargo, admito que escuchándola durante aquel rato, aprendà algo o pienso que lo aprendà ahà con ella.
Mientras ella emitÃa su discurso, sentà como un escalofrÃo que me subió por la lumbar y se me alojó en la nuca, un nerviosismo que me tenÃa tenso. Sospecho que eso debió haber sido, aunque fuera un poquito, aquel infierno que invocaba a viva voz. Me induce a pensar que el infierno no es propiamente un sitio, sino algo que llevamos dentro, en el lenguaje, en el corazón, en la piel o en la conciencia; es enteramente posible transmitirlo, aunque sea como una sombra. Para arder, solo hace falta convicción o sospecha.